Este es el viejo bosque aún hechizado: los tilos aromáticos florecen; para endulzar mi corazón hastiado los rayos de la luna resplandecen.
Penetró en él con indecisa planta; oigo voz melodiosa en las alturas: es el oculto ruiseñor que canta amores y amorosas desventuras.
Canta con melancólica alegría tristes goces, pesares halagüeños; y es tan dulce su voz, que al alma mía vuelve otra vez los olvidados sueños.
Sin detener el pie, sigo adelante; y surge entre los árboles obscuros un alcázar tan alto y arrogante que al cielo tocan los audaces muros.
Cerradas todas las ventanas miro, y silencio tan hondo en él se advierte, que parece ese lúgubre retiro, la mansión misteriosa de la Muerte.