Señor, un nuevo mensaje. De dónde viene? De Tomsk. Está cortada la comunicación más allá de esta ciudad? Sí, señor; desde ayer.
General, envíe un mensaje cada hora a Tomsk para que me tengan al corriente de cuanto ocurra.
A sus órdenes, señor respondió el general Kissoff.
Este diálogo tenía lugar a las dos de la madrugada, cuando la fiesta que se celebraba en el Palacio Nuevo estaba en todo su esplendor. Durante aquella velada, las bandas de los regimientos de Preobrajensky y de Paulowsky no habían cesado de interpretar sus polcas, mazurcas, chotis y valses escogidos entre lo mejor de sus repertorios. Las parejas de bailadores se multiplicaban hasta el infinito a través de los espléndidos salones de Palacio, construido a poca distancia de la «Vieja casa de Piedra», donde tantos dramas terribles se habían desarrollado en otros tiempos y cuyos ecos parecían haber despertado aquella noche para servir de tema a los corrillos.