Hubo, en é poca muy remota de esta en que vivimos, un poderoso rey, amado con extremo de sus vasallos y poseedor de un fertilí simo, dilatado y populoso reino allá en las regiones de Oriente. Tení a este rey inmensos tesoros y daba fiestas esplé ndidas. Asistí an en su corte las má s gentiles damas y los má s discretos y valientes caballeros que entonces habí a en el mundo. Su ejé rcito era numeroso y aguerrido. Sus naves recorrí an como en triunfo el Océ ano. Los parques y jardines, donde solí a cazar y holgarse, eran maravillosos por su grandeza y frondosidad y por la copia de alimañ as y de aves que en ellos se alimentaban y viví an.
Juan Valera