«Un día, asomado a una ventana de la casa de sus padres, junto a su profesor de hebreo, allí en la vieja Praga, fue indicando con el dedo, cuidadoso, despacio, los lugares de la ciudad que, como puntos cardinales -Norte, Sur, Este, Oeste-, delimitaban su mundo diminuto. Ahí, en la calle Celetná -señaló-, el Instituto; detrás, sobre la línea opaca de tejados, cúpulas y buhardillas, la Universidad, donde se licenció en Derecho, y a la izquierda, un poco más arriba, la oficina...»